Sobre nosotros
Una trayectoria basada en la confianza y el compromiso desde 1995
Fundada en 1995, Comercial Galaico Aragonesa, SL ha sido un referente en la distribución de productos metalúrgicos en España. Desde nuestros inicios, nos hemos dedicado a conectar a fabricantes líderes con las industrias que necesitan materiales de alta calidad para sus proyectos. A lo largo de los años, hemos evolucionado para adaptarnos a las nuevas demandas del mercado, ofreciendo soluciones eficientes y personalizadas para sectores clave como la automoción, construcción y manufactura industrial.




En memoria de Antonio
Antonio fue uno de los más nobles y sabios hombres que el destino quiso cruzar en mi vida. Poseía la singular gracia de una inteligencia natural, esa que hacía que todo a su alrededor pareciera fácil. Los padres de la Psicología describen muchas formas de inteligencia: la matemática, la emocional, la de supervivencia, pero no hay mayor signo de genio que el sentido del humor. Y en esto, puedo asegurarlo, Antonio tenía más que suficiente.
Nos conocimos en el año 1984. Yo tenía entonces 33 años, él, sobre los 45. Desde el primer momento, su pelo blanco me llevó a tratarlo con el respeto y formalidad del “usted”. Recuerdo que él simplemente meneó la cabeza, sin enfadarse. Así, poco a poco, tejimos una amistad que, con el tiempo, se tornó eterna, y para mí, gratificante como pocas.
Antonio era una persona sincera y especial. No era fácil ser su amigo, pues no entregaba su amistad a la ligera. Era una habilidad suya jugar bien a todo: fútbol, cartas, dominó, billar, tenis… aunque debo confesar que siempre con alguna trampa ingeniosa. Era parte de nuestro juego, ver quién lograba burlarse del otro con más gracia.
“Yo era un pringao”, solía decir cuando le preguntaba sobre su etapa en la élite del fútbol. A pesar de haber jugado en el Celta, FC Barcelona, Mallorca y retirarse en el Real Zaragoza, siempre destacaba las habilidades de otros, como Di Stéfano o Gárate.
Antonio era de buen corazón, generoso y humilde, aunque tenía razones de sobra para no serlo. Con él aprendí a competir y a respetar, algo que siempre le agradeceré. Y aunque él solía bromear diciendo que nada bueno había aprendido de mí, en el fondo creo que valoraba nuestras travesuras compartidas.
Hoy no sabemos dónde estará. Quizás, según la física cuántica, esté disperso en partículas por el universo. O quizás, como dictan las creencias católicas, haya alcanzado el cielo. En cualquier caso, querido Antonio, estés donde estés, no toques nada ni respondas a ninguna pregunta hasta que yo llegue.
— Con eterno agradecimiento




